El final del verano en estas tierras de montaña nos regala, entre otras cosas, un final de fiesta de colores y formas con frutos que han renacido un año más. Nuestro jardín nos permite apreciar algunos, unos fuente de salud y otros prohibidos, pero todos ellos bienvenidos.
El piracanta o espino de fuego (pyracantha coccinea) con sus abundantes frutos rojos o anaranjados marca los límites de nuestro territorio y se vuelve hostil con aquellos que se toman demasiadas confianzas, clavándoles sus espinas.
El acebo (ilex aquifolium), que nunca ha estado muy feliz en nuestro jardín, permite tímidamente ver sus frutos aún verdes para no anunciar la navidad tan pronto. Como para soñar no hay que pedir permiso, uno sueña con que lo descubra algún día uno de los osos pardos que tenemos cerca de nuestro entorno.
El tejo (taxux baccata) nos regala la vista con sus curiosos frutos rojos, única parte no prohibida de esta planta venerada por los celtas y presente delante de muchas de las iglesias de estas tierras y las tierras vecinas, que siguen dando cobijo con su sombra a las esperas parroquiales y a los concejos vecinales.
El laurel real (prunus laurocerasus), nos permite ver por primera vez sus frutos aprunados, síntoma de que se está haciendo mayor y que desea seguir haciéndose un hueco en nuestro jardín. En hora buena.
Los nisos (prunus cerasifera), una fruta muy local que es una especie de endrino de tamaño ciruela, este año algo escasos, están a la espera de apiñarse en los tarros donde nadarán en orujo durante meses para saborizar la bebida digestiva que luego acompañará nuestras comidas.
Las avellanas, siempre con ese flequillo tan mod, que un día de lluvia de chocolate y alguna de nuestras vacas cercanas podrían convertir nuestro jardín en un gran tarro de nocilla.
Las manzanas de invierno y los membrillos esperan la entrada del otoño para que sus carnes formen parte de los dulces caseros que luego acompañarán buenos quesos en nuestros desayunos.
Además de estos frutos de nuestro jardín, la generosidad de la naturaleza en esta época nos permite encontrarnos en muchos de nuestros paseos otros frutos, que por ser tan libres son tan poco apreciados, como los arándanos (vaccinium uliginosum), los endrinos (prunus spinosa), las moras (rubus ulmifolius), el saúco (sambucus nigra), los agracejos (berberis vulgaris), los majuelos -frutos del espino albar- (crataegus monogyna), las mostachas o mostajos (sorbus aria), los capudres o serbal de cazadores (sorbus aucuparia), los escaramujos (rosa canina), … y muchos otros que mi cabeza o mi desconocimiento impiden que aparezcan en esta página.
Muy bonita la descripción de la vegetación de vuestro jardín. Muchas plantas cambiarán pronto el color de sus vestidos, ¿no?.
Cambiarán el color de sus vestidos para después desnudarse sin pudor y recibir el invierno cual nórdicos después de una sauna. De este modo recibirán las nieves, para no cargar mucho las ramas con su peso y así no sufrir demasiados desperfectos. Sabia naturaleza.