Por Rafael Martinez
Rafael Martínez es un leonés del llano, de una tierra cuna de grandes profesionales. Profesor de filología inglesa, ha compaginado esta profesión con otras labores de asesoramiento, lo que le ha permitido pasar largas estancias en Reino Unido y Australia. Ahora, tras su jubilación anticipada –¡dichoso seas!-, pasa parte del año en tierras africanas, lo que le ha permitido colaborar con una ONG en Tanzania dedicada a la educación, y esta es su experiencia … vital. Gracias por compartirlo. Gracias por mostrarnos esos otros mundos tan extarordinarios como olvidados de una manera tan amable.
Quiero comenzar este relato de mi experiencia como voluntario en Tanzania con un extracto de mi diario que describe las primeras horas de cada día:
Doy un paseo al amanecer: una capa de nubes cubre el valle, están a nuestros pies, otras están por encima y hay un trasiego romántico con una bella vista de la roca inmensa de enfrente donde las nubes suben hasta cubrirla por completo. Cascadas de niebla se precipitan ladera abajo para abrazar a sus compañeras del valle; en la otra parte de la colina, ascienden jirones de bruma que se deshilachan antes de alcanzar nuestra cima, el espectáculo es fantasmagórico. Las cabañas de la aldea aparecen y desaparecen velozmente en medio de tanta vorágine y solo queda el recuerdo impreso en la retina. El sol se abre paso a través de las cascadas de nubes que se deslizan por las cumbres de las montañas, naturaleza viva. Cada día me sorprende con un nuevo menú de amaneceres.
Todo comenzó a finales de enero cuando me decidí a emprender un viaje de dos meses por el maravilloso país de Tanzania. Lo difícil no es hacer el viaje, que también, sino tomar la decisión final. Mi destino era el área que rodea a las aldeas de Mambo, Sunga y otras, y mi residencia fue el Mamboviewpoint Eco Lodge (algo parecido a “cabañas ecológicas” en castellano), situado al norte de las montañas Usambaras, a 60 Km. (dos horas en 4×4) de la ciudad de Lushoto. El centro está administrado por una pareja holandesa, Herman y Marion, o viceversa, que han dejado sus respectivos trabajos y familia en su país y llevan cinco años de dedicación exclusiva a la fundación creada al efecto, llamada MamboSteunPunt. La fundación no tiene vinculación política ni religiosa, uno de sus lemas es: “No se debe pensar en ganar almas ni en pintar de blanco las caras de color”. Su modus operandi se basa en ayudar a los 25.000 habitantes que forman las cinco aldeas del distrito de Sunga a través de proyectos apoyados por trabajadores voluntarios y por donaciones. Las ganancias del eco lodge se invierten directamente en los gastos de mantenimiento y el resto se dedica a los innumerables proyectos que desarrollan en el área.
Entre los proyectos de la fundación figura la educación. En la política educativa del gobierno confluyen todas las carencias de la sociedad tanzana, debido principalmente al abandono en el que se encuentran las instituciones públicas del país: a las autoridades no les interesa una sociedad culta y educada, de este modo es mucho más fácil dominar la población; quizá esta afirmación empieza a sonarnos familiar por estos pagos. En el área de Sunga-Mango viven unas 25.000 personas, de las cuales el 30% son alumnos de educación primaria, la media de hijos ronda los 7 por familia. Hay 9 escuelas de educación primaria y solo tres de educación secundaria, todas ellas públicas; hay una privada pero con solo 75 alumnos, es una zona pobre y no pueden pagar los gastos de matrícula. Con estos datos es fácil imaginar la ratio profesor-alumno: en primaria las clases suelen albergar unos 80-100 alumnos, y las de secundaria sobre 60-80. Los colegios tienen entre 4 y 8 profesores para 500-600 alumnos, algo inverosímil para nuestros parámetros; se complementan con profesores voluntarios a los que a veces pagan los propios profesores titulares quienes, a su vez, cobran unos 200 euros al mes. Con estos datos se puede suponer el nivel de la enseñanza y el alto grado de abandono escolar.
Esto nos hace reflexionar y pensar que existen otros mundos en este mundo, que tomamos por descontado que las comodidades de las que disfrutamos son inherentes al ser humano al nacer. Parémonos a pensar en niños y niñas caminando, muchos de ellos descalzos, hasta dos horas para llegar al colegio, cargados con los pocos libros que tienen y con 3 (¡tres!) litros de agua para beber durante el día y para comer una sopa que provee el colegio, ¿sacado de alguna novela sobre los pobrecitos niños africanos o del relato de algún misionero? NO, yo mismo lo vi y lo viví. Imaginemos a niños en el colegio con un gran machete, allí llamado panga, para cortar hierba o leña al salir de clase y llevarla a casa para ahorrarle a la madre (los roles asignados a hombres y mujeres están muy claros, por desgracia para ellas) un largo paseo en busca de tales mercancías. Sigamos imaginando a los niños apacentando unas cabras toda una tarde a la salida del colegio, otros jugando con bolsas de plástico fuertemente atadas o con ruedas con una guía, o al “billar” con semillas redondas y unas ramas de árbol…
Una de las cosas que más llama la atención es la eterna sonrisa de los niños, a pesar de la dureza de sus vidas; todavía resuena en mis oídos la palabra mzungu mzungu (blanco) con la que me saludaban cándidamente en mis largos paseos a pie, (sobre todo cuando se estropeó el Land Rover predinosáurico de la fundación), o en el asiento trasero de aquellas peligrosas motos locas llamadas pikipiki; risas por todo el valle, risas y llantos, claro, los mayores dominan a los pequeños, ya se sabe. Al caer la noche los sonidos de los grillos, ranas, pájaros y otros animales misteriosos llenan el aire, las voces de los niños jugando sirven de fondo mágico. Mamboviewpoint Eco Lodge está a casi 2000 metros de altitud en una colina dominando el valle, el aire es puro y la contaminación luminosa, nula, porque no hay luz eléctrica, las estrellas y la luna iluminan la noche. Durante el día varios paneles solares y algún generador acumulan energía para paliar la oscuridad nocturna en hogares más pudientes económicamente o en algún otro financiado por la fundación.
La magia de la naturaleza viva inunda el paisaje, la vida cotidiana y las creencias de las gentes. Exceptuando muy pocas familias acomodadas, enriquecidas con el negocio no siempre legal de la madera, la práctica totalidad de la población vive de la agricultura; cultivan maíz – de cuya harina hacen el famoso ugali, alimento básico de la población -, verduras, alubias, tomates, frutas, caña de azúcar, patatas, boniatos… Al ser un área de colinas y tener poco terreno llano, el trabajo es muy duro si tenemos en cuenta que sólo trabajan con herramientas manuales, no hay tractores ni arados ni animales para el transporte. La deforestación ha hecho estragos desde los tiempos en los que los alemanes campaban por estas tierras; a pesar de ello, todavía quedan pequeños bosques de árboles (msai, mbono, mhasha, fivi, tughutu, wati, mvumo: árbol enorme que usan los curanderos, dice la leyenda que era, y sigue siendo, (¡!) la morada de Satán o de los yins). Por estos bosques pululan los espíritus o genios yins, según las creencias populares: mi acompañante-traductor-protector Mr. Hoza dice que están relacionados con el diablo, son malignos; Mr. Ndegue dice que los hay benignos, que se ven en muchas ocasiones y que son luces claras que avanzan, que crecen, decrecen y producen calor; lo más asombroso es que Ndegue asegura haberlos visto varias veces alrededor de Mamboviewpoint, cerca de la casa colgante de Herman; quedó de llamarnos si lo veía otra vez, estuvimos expectantes durante un tiempo…
Atrás quedan numerosos recuerdos de mis encantadores watotos (niños), de los profesores y sus heroicidades para dar clase en medio de tanta precariedad, de Herman y Marion, de los voluntarios, de Mr. Hoza, de las aldeas de Mambo, de las señoras con sus cargas de agua, leña y niños, de los dignos y amabilísimos agricultores, a pesar de no entender su lengua, de los trabajadores (la mayoría son mujeres, claro) de Mamboviewpoint, de los leñadores y las bellas leñadoras que caminan como diosas de ébano, del majestuoso monte Meru que tan bien se portó conmigo al iluminarme el cielo nocturno y permitirme ver sus maravillas al amanecer. Inolvidable Tanzania.